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Alexandre Vera: educar en sostenibilidad desde el territorio

Alexandre Vera: educar en sostenibilidad desde el territorio

Alexander Vera

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Alexandre Vera Guerra es licenciado en Geografía y ejerce como guía ambiental en el municipio de La Oliva, una figura pionera en Canarias. Su labor consiste en sensibilizar y educar sobre el entorno, no desde las aulas, sino directamente en el campo, en contacto con quienes visitan los espacios naturales. “Nuestra función, principalmente, es ser sensibilizadores, concienciadores, educadores ambientales, pero fuera de las aulas (…) directamente en el campo”, explica.


Actúa como un “cartel andante”, como él mismo lo describe, resolviendo dudas en tiempo real y generando conciencia sobre las buenas prácticas ambientales. Un trabajo que ha cobrado aún más sentido en una isla que, como Fuerteventura, ha experimentado un gran crecimiento poblacional y turístico. “Se ha despertado esa conciencia por darse cuenta de que los recursos no son ilimitados y que el espacio en sí tiene una carga que puede soportar, pero que está llegando al límite”.


Aunque reconoce que el ritmo del cambio es más lento de lo deseable, sí percibe avances en la vida cotidiana. “Se avanza siempre un poquito más lento de lo que deberíamos, en el sentido de que se arregla un problema y surge otro, pero bueno, se está en la carrera”. Para Alexandre, los gestos sostenibles se van integrando poco a poco en las nuevas generaciones: “Ya los jóvenes y los niños lo tienen todo clarísimo. Se empiezan a dar cuenta como de: "Tengo que reusar ropa, no puedo ir ya a comprar y tirar”.


En su visión de futuro, el equilibrio es clave. “La meta ideal sería la conservación intacta de los espacios naturales y del medio ambiente sin alterar la forma y calidad de vida de sus ciudadanos”. Aspira a que la gente pueda seguir disfrutando del entorno sin comprometer su integridad.


Su compromiso con la sostenibilidad también nace de la experiencia personal. “Un día de trabajo nos apareció una tortuga viva enredada en plástico (…) Me sorprendió que, habiendo 80 o 100 personas, la mayoría sabía cómo actuar en un caso de estos”. Para él, aquel momento fue una muestra tangible de que la educación ambiental está dejando huella.


Cuando piensa en su papel dentro de una red comprometida con la sostenibilidad, lo tiene claro: “Te diría orgullo, pero yo creo que no, porque yo lo veo como un deber. Es un deber que tenemos todos”. En su caso, ese deber se intensifica al haber sido testigo directo de los cambios en el paisaje y en los ecosistemas de su isla. “He visto cómo la destrucción, por llamarlo de alguna manera, del territorio ha sido (…) a una velocidad tremenda en los últimos 20-25 años”.

Y ante quienes aún dudan sobre implicarse o no, su mensaje es firme: “No se puede tener duda, es un hecho. (…) No tenemos alternativa. Hay que caminar hacia la sostenibilidad porque va a repercutir en nuestra forma de vivir, como la entendemos, y en el sitio, en el espacio, en el territorio que ocupamos”.

 

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